miércoles, septiembre 07, 2005

La noche de la Interpol.

El lunes por la noche tuve el gusto y el disgusto de poder juntarme con la banda, la cual conformamos varios miles de chilangos, todos inquietos para entrar al salón Mexica del World Trade Center de la Ciudad de México para así gozar de la música de este grupo Neoyorquino.

Mi disgusto comenzó antes de siquiera entrar. Ahí estábamos todos prendidos en la cola que ocupaba la manzana entera, pero después de dos horas de estar formados y no poder entrar, el fastidio comenzó a menguar mi ánimo poco tolerante. Por fin, ingresamos casi corriendo por la única entrada, sí, la única entrada para los 7 mil hijos del quinto patio . No sé quién carajos organizó este concierto, pero seguro tienen tanta experiencia como yo haciendo cazuelas de barro. Bueno, una vez dentro nos dimos cuenta muy tarde que, gracias a esta desorganización, pudimos haber metido una cámara de vídeo y no de las pequeñas. Qué bueno que sólo fuimos los fans de la banda porque de haberlo querido, hasta un cuerno de chivo hubiera sido fácil meter. Todo porque, como faltaba muchísima gente por entrar, dejaron de revisarnos para hacer más ágil el acceso.

Por fin, una vez instalados en el lugar más adecuado según nuestro gusto gracias a la entrada general, pudimos husmear entre los hot dogs y los refrescos. Eso de la entrada general me pareció una excelente idea, toda la tradición de un buen toquín, así pudimos paseaenos por donde quisimos, disfrutando de todos y ningún lugar en particular, todo sin asientos y sin gente que te dijera que te sentaras. Sin duda, el trato democrático o de manada de becerro me llamó mucho la atención y sin duda fue una característica que me hizo decidir visitar a Interpol.

Lo mejor es que una vez que inició el concierto, pudimos seguir decidiendo dónde estar. Quien quiso pudo estar hasta adelante, claro, soportando los codazos y los violentos arrimones de desconocidos, sólo por el gusto de ocupar una excelente vista. Otros, en un ambiente más chill out y acariciando sólo a su pareja, decidió moverse o quedarse más atrás. Fabiola y yo ocupamos un lugar en el suburbio de la gran masa sudorosa.

Cada vez me doy cuenta de mi lugar dentro de la sociedad conforme a mis canas, ya que me dio harta hueva formar parte del jugo humano de las primeras filas, cuando antes era el primero en estar dentro de ese juego. Ahhh la inconciencia de la poca experiencia.


Continuará…