La noche de la Interpol (segunda parte).
Por fin, al 20 para las 10 de la noche las luces se apagaron, el griterío histérico que sólo la mujeres con los nervios destrozados y los mexicanos en concierto podemos entonar, fue el último toque del cuadro perfecto que pronosticaba un día para recordar.
La neta es que no sé el nombre de la canción con la que comenzaron, no me he clavado mucho con los nombres de la canciones a pesar de que de la banda me encanta y la considero dentro de las mejores 5 en la actualidad, y verla en su mejor momento fue algo especial. La canción fue tranquila y la potente voz de Paul Banks retumbaba en el Mexica, recordándonos mucho la cadencia melancólica de Ian Curtis. Por cierto, muy buena la acústica del lugar.
Creo que la segunda o tercera, tal vez cuarta canción fue “Slow Hands”; rola muy prendida con la que todo comenzó a retumbar por los brincos. El salón está en un segundo piso, por lo que debajo de nosotros había un espacio que pareciera estar esperando para llenarse con nuestros cuerpos en picada. En verdad, todo, hasta la cabina de sonido que estaba en medio de la pista, rebotaba. Esta situación en realidad no fue tanto de disgusto, más bien fue de una impresión que alertó mi sentido de supervivencia, por lo que decidimos irnos un poco más atrás, donde por cierto la vista hacia el escenario era estupenda.
Desde ahí se apreciaba muy bien las luces perfectamente coordinadas con las notas, vocales y movimientos del grupo. Lo muchos pasajes largos de guitarra de Daniel Kessler estaban decorados por una nebulosa morada y roja, que bien representaba una supernova recién reventada. El escenario, la música y la gente me provocaron varios instantes en donde me despegaba del suelo para entrar en un karma mezclado con el espionaje internacional.
La experiencia de INTERPOL en vivo es algo que disfruté a mares, la cual quisiera volver a repetir el 22 de septiembre, ya que el concierto programado para el día siguiente se canceló y lo pasaron para esta fecha. Creo que mi disgusto fue una cuestión de falta de seguridad para la banda.
La neta es que no sé el nombre de la canción con la que comenzaron, no me he clavado mucho con los nombres de la canciones a pesar de que de la banda me encanta y la considero dentro de las mejores 5 en la actualidad, y verla en su mejor momento fue algo especial. La canción fue tranquila y la potente voz de Paul Banks retumbaba en el Mexica, recordándonos mucho la cadencia melancólica de Ian Curtis. Por cierto, muy buena la acústica del lugar.
Creo que la segunda o tercera, tal vez cuarta canción fue “Slow Hands”; rola muy prendida con la que todo comenzó a retumbar por los brincos. El salón está en un segundo piso, por lo que debajo de nosotros había un espacio que pareciera estar esperando para llenarse con nuestros cuerpos en picada. En verdad, todo, hasta la cabina de sonido que estaba en medio de la pista, rebotaba. Esta situación en realidad no fue tanto de disgusto, más bien fue de una impresión que alertó mi sentido de supervivencia, por lo que decidimos irnos un poco más atrás, donde por cierto la vista hacia el escenario era estupenda.
Desde ahí se apreciaba muy bien las luces perfectamente coordinadas con las notas, vocales y movimientos del grupo. Lo muchos pasajes largos de guitarra de Daniel Kessler estaban decorados por una nebulosa morada y roja, que bien representaba una supernova recién reventada. El escenario, la música y la gente me provocaron varios instantes en donde me despegaba del suelo para entrar en un karma mezclado con el espionaje internacional.
La experiencia de INTERPOL en vivo es algo que disfruté a mares, la cual quisiera volver a repetir el 22 de septiembre, ya que el concierto programado para el día siguiente se canceló y lo pasaron para esta fecha. Creo que mi disgusto fue una cuestión de falta de seguridad para la banda.
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