viernes, marzo 10, 2006

Laura la llorona.

Laura era una persona que había estado tanto tiempo tan triste que ya ni siquiera sabía el porqué. Era tanto su sentimiento, que sólo acordarse de su tristeza, rompía en un profundo sollozo.

Pero a pesar de parecer lo contrario, no quería llamar la atención y tapaba sus permanentemente e hinchados ojos con gafas oscuras. Además, siempre usaba ropa de colores grises, cafés o negros para no molestar a nadie con su tristeza.

Como era de suponerse, Laura no permanencia en ningún trabajo porque sus lamentos cansaban hasta el más paciente. En el último empleo como secretaria en un despacho de abogados, los asociados quisieron demandarla por desprestigiar a la firma ya que los clientes pensaban que sufría de algún tipo de acoso o maltrato psicológico.

No se pudo comprobar lo contrario y por más que Laura aseguraba que no eran ciertos los rumores, nadie le creía porque lo decía entre sollozos, gemidos y lamentos involuntarios. El despacho quebró poco después de que la corrieron porque no pudo recobrar la buena fama.

El día que la echaron Laura estaba harta de ella misma y su forma de manifestarlo fue, para no variar, llorando. No paraba y apenas podía manejar, pero gracias a esas coincidencias que sólo el destino conoce, se cruzó con un cortejo fúnebre; así que se les unió pensando que ahí podía justificar tanta secreción lagrimal.

Ya en el panteón español y enfrente a la tumba del occiso, Laura se quebró como nunca. Daba tanta pena que hasta la señora que acababa de perder el marido fue a consolarla.

Al llegar esa tarde a su casa, sintió algo que hace mucho no sentía. Calma. Por eso al día siguiente regresó a desahogarse con el dolor ajeno. Lloró, lloró y volvió a llorar, recibiendo en todas las ocasiones el apoyo de los que iban a despedirse permanentemente de su pareja, padres, hijos, amigos o amantes.

Así pasó varias semanas, cazando sepelios. Un jueves, cuando terminaban de sepultar al de la tarde, se le acercó un enterrador para decirle que no era necesario que llegara tan temprano al cementerio, que la esperaban el día siguiente a las 11 de la mañana para despedir al señor Gutiérrez, víctima de cáncer pulmonar.

Laura fue de las pocas que se presentó, pero lloró por los que no fueron. Al finalizar el funeral el mismo sepulturero que le había informado un día antes, le dio un sobre diciéndole que era de parte de la familia de las exequias. Al revisar el sobre dos horas después, pudo comprobar unos cuantos billetes. No comprendió el porqué y como ya se encontraba en una cafetería a kilómetros de la tumba recién inaugurada, no regresó a despejar dudas. Ya volvería el día siguiente a las 10 de la mañana -como le informó el enterrador- ahora a sepultar a Pedro Suárez de 88 años, víctima de muerte natural.

Al llegar no recordó que tenia una duda que aclarar y envuelta por su natural tristeza y por el sentimiento que provoca los camposantos, se dejó llevar en lo que le salía mejor. Llorar.

Al terminar el entierro recibió otro sobre del sepulturero, ahora por parte de la viuda de Suárez, la otra persona que por no haber ido Laura, hubiera sido el único familiar en presenciar el ritual. Laura, fehaciente, supo la razón. Ya no dijo nada y sólo se enfocó en las otras dos citas que tenía para el día siguiente.

Así pasaron varios meses. No buscó trabajo porque ganaba lo necesario con lo que le salía bien y hasta sintió que había logrado lo que nunca imaginó. Estar en paz.

Con la reconciliación, Laura comenzó a aceptar que en realidad lo que le gustaba era lagrimear despóticamente y que además podía vivir de eso, pero el día en que sepultaron a Josefa Miguel acaecida por insuficiencia renal crónica, el destino dio otro giro y Laura, que estaba muy cerca de la orilla de la tumba, resbaló por la tierra suelta y cayó de cabeza rompiéndose el cráneo.

Al día siguiente la sepultó Juan. Su enterrador. Nadie fue y mucho menos nadie le lloró.

2 Comments:

Blogger Bike Drool said...

Hola!

www.bikedrool.com

10:57 p.m.  
Blogger Bato said...

muy chingon, un poco simple en estructura y forma para mi gusto, pero entiento que así es.

10:47 a.m.  

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