Las batallas de Almo.
Almo sabe muy bien que de seguir siendo como ha sido, corre el gran riesgo de tentar a su maldita suerte. Es como el marinero que sale a navegar y enfrenta en sus aventuras riesgos como los huracanes, pero el verdadero peligro es el que parece una fortuna en medio del océano; como las hermosas sirenas, que seducen con sus cantos al marino sediento de placer hasta causarle la muerte.
En el caso de Almo, sus amenazas son engañosas y maliciosas como las voces candentes de las nereidas, ya que le plantean cualquier cantidad de gozo, satisfacción y de deleite, pero de vez en vez que él se deja seducir de más ( es como estar en los brazos de las ondinas) le cobran una factura sangrienta. Pero aun con estas experiencias y previa identificación de lo que tenía que haber hecho para no sucumbir ante la tentación, en esta ocasión se dejó llevar y no por que creyese que podía ganar esta batalla, sino porque simplemente no quiso dejar de ser quien es. ¿Acaso el viejo lobo de mar puede dejar de ir a el mar?
Con sus tablas, Almo intuyó cuando estas malditas estaban por llegar, así que tomó un buen soplo y se dirigió a confrontarlas al lugar donde sabía que iban a estar.
Ahí no había una, ni dos; fueron tres que como buenos depredadores atacaron a su presa de inmediato. Pero a diferencia del animal que mata para sobrevivir, éstas gozaban al hacerlo sufrir lo indecible desde el primer movimiento.
La confrontación fue cruenta, brutal; pero Almo sabía lo que tenía que hacer, tanto que hasta dominaba el momento en que podía respirar y cuanta cantidad de aire dejar pasar a su cuerpo para no dejarse desvanecer por el dolor. De esta forma pudo comenzar a contraatacar y poco a poco fulminar a base de resistencia y fortaleza a cada una de las náyades. Bueno, también con la ayuda de Diaprospan y un poco de Preparation H.
Una vez que terminó el combate, Almo quedó batido en su propios flujos, que también era la de sus contrincantes. Estaba feliz de haber superado la dura lucha y, a diferencia de las otras dos confrontaciones anteriores, esta vez le quedó muy claro no querer volver a repetir otra experiencia como ésta porque no cree capaz de resistir.
Ahora planea relajarse todo lo posible y evitar el estrés, además piensa dejar por la paz el café, el chile, en gran medida el alcohol y cualquier otro irritante. Ni de coña desea sufrir otra vez de esas irritaciones varicosas que causan esos pequeños - que parecen gigantes- tumores sanguíneos llamados hemorroides.
Pero claro, seguramente su propia naturaleza lo volverá a confrontar. La gran duda es cuándo. Ya podremos echar la moneda al aire, porque como él mismo ha dicho, no puede dejar de ser quien es.
En el caso de Almo, sus amenazas son engañosas y maliciosas como las voces candentes de las nereidas, ya que le plantean cualquier cantidad de gozo, satisfacción y de deleite, pero de vez en vez que él se deja seducir de más ( es como estar en los brazos de las ondinas) le cobran una factura sangrienta. Pero aun con estas experiencias y previa identificación de lo que tenía que haber hecho para no sucumbir ante la tentación, en esta ocasión se dejó llevar y no por que creyese que podía ganar esta batalla, sino porque simplemente no quiso dejar de ser quien es. ¿Acaso el viejo lobo de mar puede dejar de ir a el mar?
Con sus tablas, Almo intuyó cuando estas malditas estaban por llegar, así que tomó un buen soplo y se dirigió a confrontarlas al lugar donde sabía que iban a estar.
Ahí no había una, ni dos; fueron tres que como buenos depredadores atacaron a su presa de inmediato. Pero a diferencia del animal que mata para sobrevivir, éstas gozaban al hacerlo sufrir lo indecible desde el primer movimiento.
La confrontación fue cruenta, brutal; pero Almo sabía lo que tenía que hacer, tanto que hasta dominaba el momento en que podía respirar y cuanta cantidad de aire dejar pasar a su cuerpo para no dejarse desvanecer por el dolor. De esta forma pudo comenzar a contraatacar y poco a poco fulminar a base de resistencia y fortaleza a cada una de las náyades. Bueno, también con la ayuda de Diaprospan y un poco de Preparation H.
Una vez que terminó el combate, Almo quedó batido en su propios flujos, que también era la de sus contrincantes. Estaba feliz de haber superado la dura lucha y, a diferencia de las otras dos confrontaciones anteriores, esta vez le quedó muy claro no querer volver a repetir otra experiencia como ésta porque no cree capaz de resistir.
Ahora planea relajarse todo lo posible y evitar el estrés, además piensa dejar por la paz el café, el chile, en gran medida el alcohol y cualquier otro irritante. Ni de coña desea sufrir otra vez de esas irritaciones varicosas que causan esos pequeños - que parecen gigantes- tumores sanguíneos llamados hemorroides.
Pero claro, seguramente su propia naturaleza lo volverá a confrontar. La gran duda es cuándo. Ya podremos echar la moneda al aire, porque como él mismo ha dicho, no puede dejar de ser quien es.