miércoles, julio 26, 2006

La salvación de Dante.

Tras un largo año de cargar una manda, Isaura Servín comenzó a sentir que los hombros no le pesaban tanto y que sus piernas podían despegar del piso sin causarle dolor. Por fin empezaba a superar el sentimiento de culpa provocado por la pérdida de su querido Dante.

Isaura y Dante llevaban 2 años juntos, ella era mucho mayor que él, pero eso no fue impedimento para que sintiera una atracción obsesiva desde el momento que lo conoció. Por eso le ofreció su hogar y él, sabiéndose un vago profesional, sólo le propuso lo único que estaba dispuesto a dar: compañía a la madura y necesitada de cariño Isaura.

Aun desde el principio, Isaura comenzó a facturar más tiempo que el que Dante estaba dispuesto a ceder. Él no soportaba mucho estar con ella en un mismo espacio; por ejemplo, cuando pasaban más de una hora frente al televisor, el advenedizo esperaba un momento de distracción para escabullirse y echar galanuras por otros lados. Y cuando sabía que estaban a punto de buscarlo, aparecía como si nada, el mustio.

Después de una cómoda temporada en casa de Isaura, la naturaleza de su juventud comenzó a seducirlo, así que no pasó mucho tiempo para empezar a escabullirse por las noches y así obtener la diversión a la que estaba acostumbrado y que Isaura no podía ofrecerle. Al principio salía por un rato y llegaba en el sueño más profundo de su benefactora, pero con el tiempo se volvió descuidado, siendo francamente un sinvergüenza al regresar por las mañanas vejado por las monumentales parrandas. Hubo ocasiones que llegó hasta ensangrentado, seguramente por la disputa de alguna fémina en cuestión.

Isaura no soportaba ese comportamiento y cada que trataba de recriminarle, él sólo observaba cómo el rostro se le transformaba por la ira provocada por los celos. Celos malditos, malditos celos. Cuánta desgracia habían llevado a la triste vida de Isaura. Por ser una esclava de esa inquietud envidiosa, había perdido amantes que la querían de verdad pero que acababan maldiciéndola por su obsesión enfermiza.

Dante, descarado como ninguno de sus amores anteriores, le valía absolutamente todo y continuó haciendo de las suyas impávido. Esa actitud desconocida por Isaura la desconcertaba, hacía que lo odiara pero a la vez incrementaba su deseo por no perderlo. Por eso emprendió una estrategia para que Dante nunca más se apartara de su lado.

Siempre egoísta y por lo tanto sola, Isaura no se midió con su idea porque además de quererle cortar las alas a su querido amado, pretendía cortarle los huevos.

Dante, a pesar de mostrar poco interés en los asuntos de Isaura, percibió algo raro en los últimos días que estuvieron juntos. Ella se mostraba menos irritada y más complaciente, por eso no le cayó de total sorpresa cuando le tendieron la trampa; pero como los de su especie son conocidos por tener nueve vidas, digamos que en este asunto él gastó una.

Esa día fue la última vez que Isaura vio a su querido, por más que le llamó y le puso su comida favorita durante varios meses, Dante no regresó para conservar íntegramente su pellejo.

Esa es la razón por la que Isaura ha pasado el último año recogiendo todas las cacas de animales que pasean por el Parque México. Esa manda ha logrado extirpar su sentimiento de culpa, pero tal vez es el esfuerzo el que ha mitigado que las piernas no le duelan y los brazos no le pesen tanto. Aunque parezca una loca indigente recoge mierda.

viernes, julio 07, 2006

El día de la razón

Silencio,

Orden,

Espera.


Expectativa,

Ansia…

Una respuesta dividida.


El sufrimiento brota,

La alegría lo acompaña.


La realidad nos rebasa.


Desesperanza, júbilo, amargura, alborozo, tristeza, satisfacción, desdicha, festejos.


Patria dividida.


El día de la razón nunca llegó,

Y días repletos de azaro están por venir.