¿Cómo distinguir a un caballito de mar genuino?
Justo ayer recordaba el día que acompañé a mi entonces socio a comprar comida para sus tortugas. Entramos a un acuario grande, atascado de estanques en donde diferentes peces esperaban cambiar su residencia a alguna pecera de dimensiones claustrofóbicas y, con mucha suerte, un decorado como plantas de plástico.
Mientas buscábamos todo lo referente a tortugas, observamos muchos tipos de pececillos, unos con colores vivos, otros de figuras irregulares y uno que otro con cierto parecido a mucha gente que conozco, pero lo que más nos llamó la atención fue un pez que de color amarillo con azul que nadaba de forma oscilatoria.
El animal era de una excéntrico supremo, se parecía a un pez globo cruzado con caballito de mar. Y de los cientos de peces con figuras y colores múltiples del acuario, sólo se nos ocurrió preguntar al dependiente por aquel capricho de la naturaleza.
Cuando comenzó a tratar de explicarnos su nombre se puso un tanto alterado, creí por su actitud que habíamos preguntado algo indebido, pero nuestra curiosidad pudo más y seguimos insistiendo.
El encargado por fin se contuvo y con una paciencia sobresaliente para un personal del mostrador, nos invitó a observar bien al espécimen en cuestión. Al checar línea por línea su textura, nuestra idea sobre él no cambió, continuamos pensando que era lo más sobresaliente que tenía la tienda. Pero también era lo más alejado a la realidad.
No sé por qué la palabra “plástico” todavía me sigue martillando la cabeza después de tantos años. Será porque quedó claro que no puedo tener peces porque sobrepasa mis hablidades más elementales.
Mientas buscábamos todo lo referente a tortugas, observamos muchos tipos de pececillos, unos con colores vivos, otros de figuras irregulares y uno que otro con cierto parecido a mucha gente que conozco, pero lo que más nos llamó la atención fue un pez que de color amarillo con azul que nadaba de forma oscilatoria.
El animal era de una excéntrico supremo, se parecía a un pez globo cruzado con caballito de mar. Y de los cientos de peces con figuras y colores múltiples del acuario, sólo se nos ocurrió preguntar al dependiente por aquel capricho de la naturaleza.
Cuando comenzó a tratar de explicarnos su nombre se puso un tanto alterado, creí por su actitud que habíamos preguntado algo indebido, pero nuestra curiosidad pudo más y seguimos insistiendo.
El encargado por fin se contuvo y con una paciencia sobresaliente para un personal del mostrador, nos invitó a observar bien al espécimen en cuestión. Al checar línea por línea su textura, nuestra idea sobre él no cambió, continuamos pensando que era lo más sobresaliente que tenía la tienda. Pero también era lo más alejado a la realidad.
No sé por qué la palabra “plástico” todavía me sigue martillando la cabeza después de tantos años. Será porque quedó claro que no puedo tener peces porque sobrepasa mis hablidades más elementales.