lunes, noviembre 27, 2006

El abandono.

En este mundo matraca hay muchas formas por más conocidas de renuncia. Es parte de nuestro quehacer diario, tanto que no nos damos cuenta cuando de pronto dejamos al desamparo un libro, un pasatiempo o un idea acariciada.

Qué decir de amigos. Hace unos días iba por la calle muy campante cuando de pronto escuché mi nombre, di vuelta y me crucé con una cara conocida pero sin reconocer con exactitud de dónde; mientras me acercaba pude identificarla, pero antes de decirle algo a esta persona a la que no veía como desde hace cinco años, él exclamó “!pero cómo te han salido canas!”.

Con el paso de los años mucha gente inconcientemente se olvida de nosotros, y desde luego uno hace lo mismo con otros tantos. Mantener contacto con todos los que han pasado por nuestra vida es imposible y muchas veces indeseable.

Y qué decir a las personas que debemos dejar, olvidar. Sin duda son muy pocas, pero siempre hay alguien.

Abandonar a un ser querido por salud mental o por cualquier otra causa siempre provoca dolor. El dejar es en sí lo que duele, pero a pesar de esa gran aflicción, hay otro tipo de renuncia que es mucho peor a pesar de que no provoca sufrimiento inmediato. Quien la padece a veces no se da cuenta.

Alejarse de uno mismo puede provocar la muerte. Al parecer es un mal de nuestra época y cada vez es más común ver personas sin voluntad, autómatas de la vida ordinaria. Las causas son infinitas, pero las consecuencias son las mismas.

Yo, por ejemplo, tengo que escribir sobre esto para no dejarme llevar por mis hábitos, aflicciones, vicios, traumas y cualquier cantidad de síntomas y acciones que definen mi vida y, así, no estancarme más en el hoyo en el que ya estoy.

A veces comparo la persona que fui con la que soy, con la que tal vez seré, la cual no es difícil de profetizar después de tantos años de hacer lo mismo. Si sigo con una vida llenas de rutinas sin razón, simplemente porque no me atrevo a hacer cosas diferentes, pronto seré otro zombi más cruzando la calle, sin reconocer a las personas que algún día me conocieron y traté. Sin recordar que ahora mismo estoy preocupado por la persona que seré.