martes, noviembre 29, 2005

Canción para un camaleón.

De los múltiples oficios que puede un hombre escoger, ninguno tan inquietante como el de Isidro, la drag queen que talonea por un pequeño sector de la avenida más grande de México, por donde yo vivía hasta hace menos de dos años.

De día, Isidro trabaja como compositor, ya que la música es su gran pasión y es de lo que espera vivir cuando el colágeno y las prótesis no surtan el encantador efecto en sus furtivos o cautivos clientes nocturnos. Por el momento sólo se enfoca en hacer lo que su culo manda. Como él dice.

Un buen día, su cola me llevó directo hacia él. Estaba buscando un bonito espectáculo para una despedida de soltero, por lo que me acerqué a ese grupo de voluptuosos cuerpos que todas las noches de jueves a domingo asaltan las banquetas de Insurgentes casi centro, casi sur. Ahí fue en donde Isidro se presentó con el nombre de Tiana. Ella estaba con otros hombres esculpidas (no es error de redacción) tan hermosamente que siempre fue fácil detectar su género, ya que la naturaleza todavía no puede alcanzar tal perfección estética femenina. Claro, ese efecto es a simple y llana vista.

Me enfoqué en Tiana porque de todas las reinas de la noche ahí reunidas, era la más delicada y menos obvia. Así aseguraba un show digno para la razón en que fui a buscarlo. Cuando nos subimos al coche, le conté de que se trataba el asunto, por lo que ella encantada prometió esmerarse para agasajar al festejado.

Cuando entramos al salón donde estaba dándose el desmadrito, lo único que siguió sonando fue la música. Los sonidos que invadían el pasillo como risas, vasos chocando y murmullos, fueron opacados por el largo pelo negro (ese sí era natural), la cintura estrecha del pilates, caderas y pechos ensanchados por la tecnología que portentosamente Isidro cargaba sobre sus perturbadoras piernas esculturales.

Como era de esperar, el novio, que toda la noche había renegado para que no le lleváramos profesionales del placer, se dejó convencer cuando Isidro siquiera le tocó el hombro con sus grandes, redondos y firmes pechos.

La idea es que Tiana sólo le hiciera un fabuloso baile, pero él de la despedida se prendió tanto que quiso seguir el espectáculo a un segundo o tercer nivel. No importaba las consecuencias ni cuánto le costara. Al fin y al cabo para eso estábamos ahí, ¿o no? A tal inusitada justificación, tuve que soltarle discretamente la verdad, siendo mi intención gritarla a los cuatro vientos después del baile para hacer valer la broma.

Pero el homenajeado me pidió, viéndome fijamente, que no dijera nada y que eso era por mucho, el mejor regalo de bodas que podía darle. Siendo su decisión y la de Isidro, por supuesto, no tuve más palabras sino que se la pasaran muy bien.

Hoy en día, después de algún tiempo de casado, Víctor, el que se casó, me pide de vez en cuando y de forma cómplice le mande saludos a Isidro. Su esposa siempre ha creído que es un amigo en común.

Desde que me cambié no visto a Tiana o Isidro, o al revés. Pero antes de mudarme, al caminar hacia mi casa por las noches de jueves a domingo, a veces lo encontraba y si no estaba atendiendo a un marchante, me cantaba una estrofa de alguna de sus composiciones. Nunca pude sacudirme el vicio de cuando era periodista, y normalmente entrevisto a todos los que se me ponen enfrente. Por lo que Tiana, desde que me interesé por él, cree que tiene la obligación de mantenerme informado cómo va su carrera de compositor.

La última vez que la vi, me cantó un estribillo que me pareció bastante bueno al describir su vida de manera ligera y divertida. Le pregunté por el nombre y al parecer todavía no pensaba en eso, así que me pidió bautizarla. Todavía sigo esperando escuchar “Canción para un camaleón” en la radio.

jueves, noviembre 24, 2005

Las reinas de casa.

La naturaleza tiene una amplia lista de seres, que cubre desde los que pesan miles de kilos hasta los que sólo se miden en menos de 10 gramos. De toda la gama, las que me han provocado una especial fascinación han sido las arañas. No sólo por su alienígena aspecto, ni sus alucinantes telas, sino porque ahora las considero mis aliadas. Me comunico con ellas.

Mi mujer y yo hicimos una pacto con los arácnidos cuando comenzamos a vivir en nuestra casa. Les prometimos no meternos con ellos, si éstos hacían lo mismo. Con sólo dirigir unas palabras de paz directamente a uno, el trato está arreglado. Por eso, de todos los insectos como las hormigas, moscas, mosquitos, polillas, ciempiés, escarabajos y cucarachas que rondan las zonas amplias hasta los más recónditos de los recovecos, son las arañas a las únicas que no tratamos de ahuyentar. De hecho, ellas nos ayudan para tal cosa.

Por ejemplo, hace unos días estaba a punto de ducharme cuando vi algo parecido a una tijereta que se metía por un orificio de la puerta del baño. Pensé que tendría que fumigar, pero recordé a la araña patona que vive debajo del portajabones de la regadera, por lo que enseguida disipé esa idea. Sé que mis pensamientos fueron recibidos por mi inquilina porque al día siguiente, la patona tenía al insecto enrollado como un cigarro hecho a mano, listo para embutirlo poco a poco.

Por supuesto se lo agradecí y me sentí totalmente conectado con ella. Por si fuera poco, además soy alérgico a muchos insectos, por lo que distinguí algo en común: son nuestros enemigos.

De todos los bichos, los más despreciables son los mosquitos. Esos pequeños vampiros que siempre han sido mi coco. De niño, cuando me preguntaban a qué era alérgico, decía que al piquete de esos ojetes. Cuando uno de éstos me pica, se me hincha la parte dañada de tal forma que alcanza la deformación.

Qué decir del piquete de abeja. Una vez tuvieron que medicarme con antihistamínico inyectado porque la hinchazón no bajaba después de 3 días. El maldito piquete me dio en la vena superficial del antebrazo, justo en donde se saca la sangre invadiendo con sustancia tóxica todo el brazo.

Por otro lado están las cucarachas, esos portadores de enfermedades. Con eso digo todo.

El remedio para toda esta maraña de pequeñas desgracias, han sido mis amigas las arañas, que gracias a un entendimiento que va más allá de la metafísica, hemos podido convivir con ellas hasta el absurdo. Es tal nuestro respeto, que para una comida familiar, Fabiola tuvo que mover por unas horas a la vecina de 8 patas que ocupa el baño de abajo. Su hermano les tiene pavor.

Así funciona nuestro pacto, nosotros les damos asilo y ellas combaten y tragan montones de insoportables parásitos que viven entre nosotros. Es un acto de tolerancia y asociación entre dos especimenes diametralmente opuestos. Tan así, que a veces me he visto removiéndolas de mi ropa puesta o sacándolas de mis zapatos sin recibir el menor indicio de ataque.

De esta manera, son los arácnidos con tráqueas los que diariamente se ven envueltos en escaramuzas aisladas contra los demás insectos, proveyéndonos de un tranquilidad aparente.

En sus pequeñas dimensiones, las arañas hacen valer su absoluto dominio de mi casa.

martes, noviembre 22, 2005

Las decisiones de José.

Hace aproximadamente 12 años, estaba sentado en una oficina con olor a burocracia en el CERESO de Morelia. Un señor con traje añejo y peinado de tía abuela, me hacia preguntas estúpidas sobre un individuo que yo conocía.

Yo contestaba todo lo que me preguntaba sobre la honorabilidad de esta persona, alabando de forma excelsa su ética ciudadana. No entiendo cómo piden declarar sobre una presunto culpable, siendo que los declarantes vamos ahí gracias a la petición de los susodichos infractores. En este caso el de un amigo entrañable. Por eso, es absurdo testificar, ni las autoridades esperan a que digamos que son unos hijos de puta. Puro trámite.

Pues ahí estaba, levantando una vez más las caquitas de mi amigo de toda la vida, que tuvo a mal cometer una cadena de pésimas decisiones en un lapso demasiado corto, las cuales lo recluyeron por varios días en esta cárcel.

José había ido a esta ciudad a ayudar a un hermano que tenía un restaurante ubicado dentro de la feria anual de la ciudad. Basta decir que en fechas de feria, media Morelia está enfiestada. Mi gran amigo era un de sus principales protagonistas.

En el calor del desenfreno, José se pasó un semáforo en rojo, cometiendo su primer error y por mucho el menos grave. Pero ¿quién no se ha pasado un semáforo? Por favor. El problema fue que ahí comenzó a ponerse la cosa truculenta y él no supo decidir cuándo parar.

El segundo error no puedo definirlo como tal, sino como un infortunio. Al cruzar la calle en el momento prohibido, José embistió con su auto a un colectivo lleno de pasajeros. Hubo heridos y a una mujer tuvieron que llevarla al hospital con collarín y muchas lágrimas. La situación ya era crítica y aún así empeoró.

Después de la colisión, José trató de darse a la fuga. La más funesta de las decisiones.

La gente ahí reunida por el morbo de la ocasión, no soportó que un chilango irresponsable ocasionara problemas en su ciudad y que además quisiera huir descaradamente. Por eso sólo lo pudieron detener porque antes de que comenzar a lincharlo, llegaron a salvarlo unos policías que nada más lo sometieron a punta de excesivos chingadazos.

Así era la vida de José por esos años, con muchísimas más penas que glorias y haciendo todo lo posible para que su futuro se viera más oscuro y sórdido. Por eso, estaba evocando su época de presidiario -tienen sus huellas digitales registradas y toda la cosa-; que al paso del tiempo, se convirtió en una divertida anécdota de gamberra juventud.

José, que en ese entonces ni siquiera sabía que carajos iba a ser de su ser, ahora está estudiando en el extranjero -becado- un doctorado en energías renovables basada en el hidrógeno. No sé exactamente en qué momento comenzó a cambiar su vida, pero me queda claro que fue decisión suya y de nadie más.

Ahora que lo visitaré para navidades, sólo espero que no nos demos cuerda como antaño y hagamos los suficientes desmanes que nos lleve a recordar las sabias palabras de su madre: “Ah, pero que manera tan estúpida de vivir”.

martes, noviembre 15, 2005

Marcia

¿A quién pertenece un recuerdo?

¿Al ser u objeto recordado o a la memoria de la persona que lo recuerda?

¿Es la representación mental colectiva lo más parecido a la realidad?


Esas preguntas me las hizo Marcia, que acaba de regresar de un viaje introspectivo que casi la mata. Por eso, es muy extraño y fascinante reconocer a la persona que era, ya que estaba acostumbrado a la Marcia alcohólica, drogadicta y depresiva de los últimos años.

Su transformación para tocar fondo abarcó mucho tiempo y concordó con mi propia emancipación, por lo que no sentí este cambio de forma radical y, como ella siempre estuvo medio loca, me valió un poco madres. Por desgracia.

Ahora que platicamos, puedo reconocer porqué llegué a quererla tanto. Y que con el amor que le tuve desde un principio, pude conformarme con tener un amiga qué más bien parecía un fantasma, con todo y que no sé bien que signifique esto.

Cuando Marcia me hizo estás preguntas, supe que se refería a ella misma. De esta manera descubrí que estaba de regreso gracias a su muy particular estilo de ver las cosas y por su pasión e interés por casi cualquier cosa. Fue como verla reencarnada en sí misma.

Según ella, fue su propio recuerdo el que la hizo ver en donde estaba parada. Que fue a través de repensar lo que la hacía feliz de pequeña, como planteó lo que debía hacer para comenzar a parecerse a esa imagen. O eso cree.

Fue su memoria la que hizo el trabajo de regresar a sí misma, ya que nadie recuerda a la verdadera Marcia tras años de vivir con la mente en otro lado . De hecho, no saben que la actual es la real, por lo que la gente piensa que acaba de perder lo último que le quedaba de lucidez.

Y aunque Marcia ahora tiene un montón de planes y que me ha prometido nunca dejarse sobajar nuevamente por sus demonios, no encuentra la manera de salir del hospital psiquiátrico donde la metieron.

Por eso me pide su ayuda, a mí, a la única persona que la entiende y que no puede ayudarla aunque quisiera.

Después del accidente nunca pude recobrar mi cuerpo, y mi querida Marcia me ve más que nunca y jura a todo el mundo que no sólo soy un recuerdo.

martes, noviembre 08, 2005

Estado Frágil.

Cuando me siento muy bien casi rayando en el clímax de propia película, lo menos que se me antoja es anotar lo que pienso.

En esos breves periodo donde todo está alineado, me gusta contemplarlo todo para absorber anímicamente tan excelente fase, ya que para ser sinceros, son muy raras y cortas.

Ahora mismo sigo disfrutando uno de esos momentos, por lo que según mis propias ideas, debería seguir en el goce profundo de la abstracción y nada más.

Pero no, quiero forzarme a describir tan perfecta sensación justo cuando está ocurriendo. El asunto es evitar caer en los extremos, por un lado el de la cursilería a falta de palabras exactas, y por el otro, el de una concentración extrema para encontrar estas palabras y que me provoque regresar, como cubetada de agua, a la monotonía nada especial de todos los días.

Creo que para explicar este lapso –que empieza a perder fuerza conforme produzco líneas- lo mejor es, para no variar, la música. En este ocasión la canción “Every Day a Story” de Fragile State.

Y como comienza a irse el tren de mi bienestar y quién sabe cuándo vuelva, regreso inmediatamente a mi enajenamiento a ver hasta dónde llego.

jueves, noviembre 03, 2005

Carajo

Con “carajo” se puede decir todo. Es más que una simple palabra, es una expresión que sintetiza la frustración, el cansancio y cualquier cosa que nos tenga hartos. Es perfecta por su énfasis y porque puede ordenar a partir de su presencia, las diferentes posibles oraciones por desarrollar.

Existen otras diferentes palabras igual de folklóricas que pueden significar lo mismo, pero que no condensan igual la información ya que son muy conjugables. Se puede decir “carajo” o “chingada”, pero la diferencia es que “chingar” tiene 9 diferentes usos según el diccionario de la Real Academia Española, que van desde cortar el rabo a un animal hasta cogérselo.

Ismael, un amigo que siempre está buscando nombres para sus futuros hijos, piensa que carajo sería un nombre fuerte y con mucha personalidad para uno de sus retoños. Eso me hizo pensar que carajo es, sin duda, masculino.

No es una cuestión sexista ni mucho menos, pero esta palabreja tiene el poderío del macho. Es más, en cualquier diccionario esencial trae como su descripción “miembro viril”. Aunque yo jamás he escuchado en ninguna parte a alguien que le diga así a su pene, glande, órgano, falo, pito, puntal, vara, madero, príapo, bálano, haba, capullo, palo, verga, minimi, o los sinnúmeros de nombres.

Lo que es cierto es que tiene una fuerte identidad que abarca a todos los que hablamos castellano. Esta palabra significa lo mismo en Latinoamérica que en España. No es como concha, papaya, pendejo, cajeta, bla, bla, bla… que tienen uno o varios significados dependiendo en el país que se diga.

Por eso, porqué la compañía de Bill Gates no incluye tan dicha (en toda la expresión) palabra en el programa Word y deja de joder marcándola como error. ¡Carajo!