viernes, enero 20, 2006

Lo prohibido.

De las incansables cosas a las que puedo tener acceso, no hay una que sea tan llamativa como las cosas que tengo vedado. Es inevitable. Ahí está el ejemplo de Adán y Eva, que pudiendo meterse todo lo que se les antojara por la orejas, no quedaron satisfechos sino hasta haber probado la fruta prohibida.

Así somos, curiosos por naturaleza, aun cuando la experiencia histórica nos dice que existen cosas que por demás, no vale la pena probar. Incluso cuando la ignorancia nos ha permitido saborear un poco de lo censurado por el conocimiento, es la razón la que hace a lo prohibido súbitamente deseable.

Por otro lado, lo prohibido a veces conoce límites, no es determinante. Esto lo hace más encantador al ejercer un tope en las cantidades de las cosas que nos permitimos. Por ejemplo, me encantaría zambullirme cualquier cantidad de barbacoa con consomé en una sola sentada. Quedar completamente inamovible, perder el conocimiento al seguir masticando esa deliciosa carne. Lo mismo con camarones, almejas, ostiones, pulpos y mejillones preparados de todos las formas existentes en el mundo. Gozaría metiéndome cualquier cantidad de ingredientes que me procuren una realidad divertida o alterna a ésta. Y que decir que me encantaría acostarme con Gisele Bündchen, Halle Berry y Angelina Jolie, y demás; la lista es muy extensa.

Pero claro, esto último no depende de mí.

El deseo y la prohibición son opuestos energéticos. Uno a uno se recrean, se regocijan y me convierten en objeto lúdico. Soy una pieza más en este juego de la vida donde cualquier movimiento del azar puede ponerme en jaque; recordándome la constante de mis convicciones y, por supuesto, de mis limitaciones.

Pero eso sí, este fin no perdono la barbacoa. Sólo tres tacos con su respectivo consomé.

miércoles, enero 18, 2006

Carácter.

Luis es un tipo con garra, ha pasado sus 40 años sin dejarse sobajar por nadie, siempre manteniendo el sartén de su vida por el mango. Vamos, ha controlando hasta el residuo más insignificante de vano comportamiento o turbación. Como dice su madre, no se le va una.

Incluso cuando Sofía le pidió el divorcio después de 13 años de “feliz matrimonio”, como le gustaba presumir, no mostró ningún signo de pena. Y qué decir cuando a Greta, su hija menor, le diagnosticaron leucemia hace dos años; su entereza no le permitió derramar ni una sola lágrima. Siempre comportándose a la altura.

Es tan fuerte que no sólo en circunstancias de lamentable agitación ha sabido autogobernarse con determinación, también en esos momentos en los que cualquier persona hubiera dibujado una leve sonrisa, o ya exagerando, haber dado un grito de alegría por las satisfacciones que nos da la vida. Nada. Luis es fuerte como una roca.

El temple y la fortaleza han sido los conductores de muchas personas hacia la escala más alta de nuestras sociedades, los cuales han logrado ocupar los tronos de las selvas urbanas. Como Luis, que sigue firme como CEO de la firma que representa, gracias a que ha demostrado carácter a pesar de sus desgracias.

Es más, por eso, su popularidad y admiración aumentó en todos aquellos que quieren llegar a ser zombis emocionales como él, carentes de lo que nos hace más humanos.

miércoles, enero 11, 2006

Un hombre de hoy.

Jorge lleva tiempo con la mente atrofiada, como si estuviera ido, me dijo, ya que sentía una imposibilidad para efectuar cualquier cosa. “Pensar en muchas cosas a la vez no me permite actuar, igual que al no tener nada en que pensar. Los dos polos se juntan en un estancamiento mental del que no puedo escapar”- recordaba sus ansiosas palabras con pesar, ya que yo también lo he sentido.

“A veces me gustaría descansar de mí mismo, dejar el cuerpo por un lado y la mente por otro. Porque aunque quiera dejar de pensar para descansar, no puedo, lo único que hago es un ejercicio improductivo ya que me dedico a no hacer nada y sentirme un parásito”.

Sus palabras sonaban como pesos atados a sus tobillos, cuya carga era imposible de seguir soportando aun para quien lo escuchara.

“Ni cuando sueño puedo perderme de mí tanto como quisiera”, su angustia tocaba el límite. “No deseo pensar en la muerte, aunque ese es un camino seguro para separarme del cuerpo", continuaba, "por lo que sé, sólo una persona ha logrado recuperarlo, y me consta que yo no podré hacerlo porque ni de coña soy hijo de Dios”.

Escuchar esas palabras me tranquilizaron un poco a pesar de su desgracia, al menos ha decidido quedarse en esta dimensión. Como su amigo le he aconsejado diferentes métodos como tocar un instrumento, tomar alguna clase de lo que sea, hacer yoga, meditar o practicar algún ejercicio, esto para tratar de reencontrar el sentido de supervivencia. De hecho, pienso comenzar hacer caso a mis sugerencias, no quiero perderme al igual que a mi querido amigo, pero vamos, las posibilidades de tener una crisis es más alta de lo que creía. Y no soy el único expuesto.

El hartazgo de todos aquellos que no soportan ni su propia sombra va en aumento. Por si fuera poco, para ciertas personas como Jorge, la fe ha dejado de tener efecto desde que se incorporó a las filas de los producto de consumo. Bajo estás circunstancias, el pensar o descansar duele por no dejar de asociar de alguna forma el programa de moda, el grupo del momento o la fabulosa vida de cualquier mamarracho de la televisión.

Así está mi amigo, tratando de desmembrarse de toda esta mierda, pero cuando lo intenta es invariablemente invadido por mensajes banales y masivos a los que está expuesto cualquier persona de nuestra época.

La curiosos es que la lucha introspectiva de cada quien, pueden estar inconcientemente patrocinadas por productos que nos recuerdan que si nos los tenemos, merecemos ser los más desdichados, como Jorge.